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Quinto sacramento 

Extremaunción es el sacramento instituido especialmente para el auxilio espiritual y aun corporal de los enfermos que están en peligro de muerte.  

Pueden y deben recibir la Extremaunción sólo los fieles que han llegado al uso de razón y están enfermos en peligro de muerte. 

El ministro de la Extremaunción es el sacerdote.

Este sacramento se puede recibir una sola vez en la misma enfermedad; a no ser que el enfermo, después de haber recibido la Santa Unción, hubiese convalecido y cayere de nuevo en otro peligro de muerte. 

El sacerdote administra la Extremaunción ungiendo en forma de cruz, con óleo bendecido por el Obispo, los órganos de los sentidos del enfermo, diciendo: “por esta santa unción y por su piadosísima misericordia te perdone el Señor todo pecado cometido con la vista…con el oído… Amén”

EFECTOS DE LA EXTREMAUNCIÓN 

El que está enfermo en peligro de muerte necesita: 1º Tener el alma muy purificada, por si acaso el Señor le llama a la otra vida. 2º Mucha paciencia para sufrir las molestias de la enfermedad. 3º Gracia especial para resistir al demonio, quien, al ver que el tiempo se acaba, redobla, en cuanto está de su parte, las tentaciones. 4º La salud del cuerpo, si ha de ser para bien del alma. 

La Extremaunción remedia todas esas necesidades, pues tiene los siguientes efectos: 

1º Purifica el alma.  Borra los pecados veniales, y aún los mortales si el enfermo está arrepentido y no los puede confesar. Quita también las reliquias de los pecados. Reliquia de los pecados es la debilidad o falta de fuerzas para el bien, que estos, aun después de perdonados, dejan en el alma, del mismo modo que las enfermedades corporales dejan debilidad en el cuerpo. 

2º Da paciencia para sufrir las molestias de la enfermedad.  

3º Da gracia para vencer las tentaciones del demonio.  

4º Da salud al cuerpo, si conviene al alma.     

CUÁNDO Y CON QUÉ DISPOSICIONES SE DEBE RECIBIR 

No se debe esperar para la Extremaunción cuando el enfermo ha perdido el conocimiento. Recibiendo el sacramento con conocimiento, el enfermo podrá estar mejor dispuesto y sacar más fruto. Además, este sacramento da la salud al cuerpo, si conviene al alma, ayudando a las fuerzas de la naturaleza; por lo cual, no debe esperar a recibirlo el enfermo cuando se halla cercano a la muerte. 

Las principales disposiciones para recibir la Extremaunción son: estar en gracia de Dios, confiar en la virtud del Sacramento y de la divina misericordia, y resignarse a la voluntad de Dios. 

LLAMAR AL SACERDOTE PARA LOS ENFERMOS 

El enfermo debe recibir con gusto, y aun pedir por sí mismo, si puede, los auxilios de la religión. A la vista del sacerdote ha de tener sentimiento de gratitud para con Dios, por habérselo enviado. De recibir o no recibir los Santos Sacramentos, depende muchas veces que un alma vaya para siempre al cielo o al infierno.  Es, pues, una obra de caridad muy grande procurar que los enfermos reciban los Santos Sacramentos. 

Los parientes, amigos o vecinos son los que deben practicar dicha obra de caridad. No se debe esperar a lo último, cuando el enfermo está muy grave o no tiene conocimiento. Cuando la enfermedad reviste gravedad, hay que avisar al propio párroco; éste, u otro sacerdote, visitará al enfermo y con delicadeza y prudencia le preparará para recibir los Santos Sacramentos. Así el enfermo cumplirá fácil y gustosamente con esta grave obligación. No se tema espantar al enfermo; los Santos Sacramentos, en vez de empeorar al enfermo le darán la salud del alma y aun la del cuerpo, si fuese conveniente al alma. 

Para conseguir que el enfermo arregle los asuntos referentes a los bienes de la tierra, no se tiene miedo de insinuárselo y aún de decírselo claramente, si es necesario. Más necesario es insinuar y aún decir claramente al enfermo que arregle los asuntos del alma. 

¡Qué cosa horrorosa es morir sin haberse reconciliado con Dios! ¡Qué remordimientos más grandes no tendrán aquellas personas que por su culpa han dejado morir a alguien sin Sacramentos! 

¡Qué dulce es morir confortado con los Santos Sacramentos!¡Qué consuelo tan grande es para los parientes y amigos! Pues les da una gran confianza de que la persona fallecida goza o gozará muy pronto de las delicias inefables de la gloria celestial. 

QUÉ HACER EN PELIGRO DE MUERTE, SI NO SE PUEDE OBTENER UN CONFESOR  

El que se halla en peligro de muerte y no puede obtener un confesor, haga un acto de contrición perfecta, con el propósito de confesarse si tiene pecados mortales, así ya consigue el perdón de ellos, aún antes de confesarlos. Récese el acto de contrición con la mayor devoción posible. Bueno será decir y repetir varias veces: Dios mío, os amo sobre todas las cosas y me pesa de todo corazón haberos ofendido, porque vos sois infinitamente bueno: y propongo firmemente no pecar más y confesarme.  ¡Jesús mío, tened piedad de mí!  ¡Virgen Santísima, Madre mía, amparadme!  

Cuando la persona que está en peligro de muerte no sabe rezar dichas oraciones, alguno de los circunstantes récelas poco a poco y repítalas al enfermo, si no puede con la boca, a lo menos con la mente y el corazón.

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